top of page
14 AÑOS
14- 03 - 2017
DANIELA
15 AÑOS 
CAMILO
DANIELA

Cierra los ojos, el monstruo está aquí

 

Daniela tiene 14 años y los peores recuerdos de su infancia. Hace ocho años sus padres se separaron. Ella y su hermano eran golpeados porque para su familia el rejo era la única forma que decían conocer para educarlos. Entonces, la niña vivía a ratos con su padre y a ratos con su madre. Sus vidas trascurrieron entre los barrios Guacamayas y San Martín de la localidad de San Cristóbal Sur.

 

“Un día, cuando yo tenía 7 años, fui abusada por mi primo, él llegaba de estudiar a las 3 o 4 de la tarde y pues aprovechaba que mi abuelita nos dejaba solos; por eso, otra vez me fui adonde mi papá”.

Pero allá las cosas no mejoraron, a los 9 años, la niña fue víctima de alguien más: su hermanastro la ultrajó durante cuatro años seguidos. “El único que sabía era mi hermanito, él trataba de protegerme, pero no podía hacer nada, sufría mucho por mí, porque yo era como su mamá, desde chiquita lo crie y le dolía ver que hicieran esas cosas conmigo”.

Los escasos 14 años de Daniela giraron entre abusos, gritos y visitas a defensores cuando su padre era demandado por maltrato. “Él y mi madrastra nos pegaban mucho, esa señora inventaba muchas cosas, y yo, para que no le pegaran a mi hermano, me metía a defenderlo. Recuerdo que ella me tiraba las ollas a la cara”. Por eso, a los 10 años, la madre de la niña obtuvo otra vez su custodia. Hasta los 13 años estuvo algo alejada de sus abusadores, pero su infancia ya había sido destruida, era presa fácil de la delincuencia.

“Un día, cuando le hacía el favor a mi mamá de pedir una cita odontológica en el barrio 20 de Julio, yo conocí a un muchacho, él solo me dijo que tenía entre 20 y 26 años, nunca me quiso decir su edad”.

Engañar a Daniela no fue difícil, un aparente buen trato y palabras bonitas la hicieron sentir querida. “Nos empezamos a contactar por celular y cuando logré activar el chat el 'chino' comenzó a pedirme fotos desnuda, él me atraía, yo pensé que eso era normal”. En seis meses solo salieron dos veces, pero solían contactarse con frecuencia hasta que en diciembre del año 2016, Daniela, en un hoyo de melancolía en los que solía sumirse, lo llamó. “Yo presentí que los abusos iban a ocurrir otra vez. Estaba triste, mis padres siempre han estado alejados de mí, entonces el 8 de diciembre lo busqué”.

Nos empezamos a contactar por celular y cuando logré activar el chat el 'chino' comenzó a pedirme fotos desnuda, él me atraía, yo pensé que eso era normal

Las promesas de estudio, trabajo y casa convencieron a la niña de huir cuatro días después. “Me dijo que me iba a dar el cielo y la tierra si nos íbamos a vivir a Granada (Meta). Yo le creí, dijo que pagaba el pasaje y todo”.

Así fue que la niña llegó a la estación El Greco a la medianoche. Sola, con frío, tuvo que esperar mucho tiempo antes de que alguien arribara. “De un momento a otro llegaron cinco muchachos, uno se me sentó al lado izquierdo, otro al lado derecho, y los otros estaban como en las esquinas, quedé pálida, asustada, hasta que vi a mi mamá y cuando ella me gritó, los 'chinos' se esfumaron”. 

Su madre reaccionó rápido, ella había leído unos mensajes que el captor le había mandado a su hija e incluso pudo contactarlo: “Ella no va a regresar viva”, fue lo único que le dijo y eso fue suficiente para que comenzara a buscarla por varias estaciones. Daniela estuvo a un paso de ser captada por una red de trata de personas que opera en los municipios cercanos a Villavicencio.

El episodio sirvió para que se iniciara una investigación y para que la niña se sincerara con sus padres a quienes les contó los abusos a los que había sido sometida en su infancia. “Cuando les dije ellos, se pusieron a llorar, también habían pasado por lo mismo cuando eran niños. Luego de eso me llevaron al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, allá quedé como internada, lloré 20 días seguidos y luego nos fuimos a poner las denuncias. Me sentí muy mal, yo pensé que eso de la trata solo pasaba en otros países, pero ahora estoy en el Idipron y estoy feliz”.

Daniela acaba de entrar a Séptimo grado, intenta recuperar los vínculos perdidos con sus padres. “A pesar de todo, yo no soy una niña mala, nunca he tomado ni me he drogado, yo solo quiero estudiar”.

​

FUENTE: EL TIEMPO

​
 

CAMILO

ESTUPRO Y PERJURIO

​

Camilo, de 15 años, siempre ha vivido en el barrio Santa Fe, a escasas cuadras de la zona de tolerancia más peligrosa de Bogotá, vive con su madre, su tía, su abuela, su hermana menor y es gay. “Desde chiquito he visto trabajadoras sexuales, desnudas, me toca pasar por allá cuando voy a coger el bus”.

Recuerda el olor a alcohol, a cigarrillos, a orines y heces, a todo la inmundicia que tapiza el piso de esas calles por las cuales ha caminado toda su vida. “Pero no todo es malo, allá la gente lucha, solo que cada quien marca su destino”. Él nunca ha sido explotado sexualmente, pero sí que sabe cómo se mueve el negocio entre sus amigos, por eso, es protegido para que no caiga en la red.

La primera vez que sospechó que algo extraño les pasaba a sus amigos fue porque ellos le hablaron de unos juegos extraños. “Sus papás o tíos relacionaban el sexo con juegos, eso siempre me generó dudas, es decir, yo sentía que había algo malo allí, pero no entendía”.

 

Más grandes, los amigos de su edad, algunos con cuerpos más desarrollados, comenzaron a frecuentar bares en la avenida Primera de Mayo. “Allá dejan entrar fácil a los menores de edad, solían encontrarse con personas, que antes habían conocido a través de Facebook”.

Al poco tiempo, esos mismos niños, que vivían en condiciones más precarias que Camilo, comenzaron a aparecer con equipos celulares de alta gama. “Me sorprendió que trajeran equipos Huawei P9 que son carísimos y no es por nada, pero yo tengo más modos que ellos y esos celulares son imposibles de comprar, también cambiaron de vestuario, se compraron ropa chévere y zapatos caros”.

Camilo sabía lo que estaban haciendo, los niños se estaban prostituyendo, atrapados por hombres que, a cambio de explotarlos, les dan plata, regalos o dinero para consumir drogas y alcohol. “Ellos me han invitado allá, a la Primera de Mayo, me dicen que puedo conocer gente chévere, pero ¿sabe a qué le tengo pánico?, a las enfermedades”. Eso lo ha detenido, porque ha sentido curiosidad.

Le da tristeza que sus amigos se entreguen a un extraño para coger las vueltas de un mandado. A eso quedan reducidas todas sus expectativas. Camilo, en cambio, es un joven inteligente, que ha contado con los consejos familiares. “Siempre que sentía curiosidad yo pensaba en ellas, a las mamás les duele que uno sea homosexual es por los peligros que uno corre. Por eso yo soy serio, a mí no me gusta andar dejando el plumero, qué ‘jartera’, imagínese uno así en una entrevista de trabajo, por eso es que a nosotros no nos respetan”.

A las mamás les duele que uno sea homosexual es por los peligros que uno corre. Por eso yo soy serio, a mí no me gusta andar dejando el plumero

Ese trato amable y sincero con su familia lo ha protegido de caer en redes de trata de personas en Bogotá. “Un día estos muchachos quisieron quedarse en mi casa, pero yo no lo permití solo de pensar en que mi mamá ya no confiara en mí, era muy triste”.

​

FUENTE: EL TIEMPO 

​

bottom of page